viernes, 19 de marzo de 2010

LA LEYENDA DE SAN BORONDÓN.


San Borondón esa isla errante, viajera, inestable, misteriosa que está en boca de todos los canarios a través de sus leyendas y las resonancias de su folclore popular, ya en el siglo II de nuestra era se tenía constancia de ella. Claudio Ptolomeo astrónomo, matemático y geógrafo, describe que en las islas Bienaventuradas existía una isla mágica, a la que llamó “Aprósitus” que significa “la isla que no se puede llegar”, al igual que el gran Aristóteles con su legendaria Atlántida que ya la mencionaba como la “Inaccesible, más tarde con el Tratado de Évora, entre Portugal y España, recibía el nombre de “Non Trubada” o “Encubierta”.

En el año 512 un monje irlandés llamado Brendan partió junto con otros monjes en una frágil embarcación que se internó en el Atlántico dirección a nuestras costas. Según relata un cantar de la época, arribaron a una isla del Atlántico en la que desembarcaron procedentes de Irlanda. Esta, estaba llena de árboles y otros tipos de vegetación. Celebraron misa, y de pronto la isla comenzó a moverse. Se trataba de una gigantesca criatura marina, sobre cuyo lomo se encontraban los monjes.

Con el devenir del siglo XV, a lo largo del cual las Islas Canarias son conquistadas, comienzan a oírse innumerables relatos de una octava isla, que a veces se divisaba al oeste de La Palma, El Hierro y La Gomera. Cuando los navegantes pretendían aproximarse a ella, y se hallaban a la vista de sus costas, montañas y valles, la isla era envuelta por la bruma y desaparecía completamente por arte de magia. Evidentemente, la isla fue rápidamente identificada con la mítica isla-ballena de San Brendan, cuyo nombre se convirtió por una evolución lingüística hasta derivar en "San Borondón".

Pero ¿Cómo es realmente esta isla?.La Isla de San Borondón, cuando se ha revelado (hacer constar que la Isla Perdida, la Isla misteriosa se encuentra por casualidad, nunca cuando se busca), lo ha hecho mostrándose en marcos y escenarios diferentes. Unas veces ha sido a cielo despejado, sin nubes ni brumas que deformasen la visión. Otras, con las alturas encapotadas, convertidos los cielos en un cúmulo de bardas, nimbos y celajes. Y otras, entre el estruendo de tormentas, nieblas y turbonadas. La definen como una isla de aves y plantas exóticas, en la que habitan seres extraños, arroyos cristalinos, aromas dulces, tiempos apacibles y frescos, nieve en el reino del aire, mar limpio repleto de peces de mil tonalidades, gigantescos dragos que parecen dragones, montañas de forma redondas “un jardín del Edén”. Un paraíso que pertenecía a ese continente perdido, La Atlántida. Por este motivo, a día de hoy existen diversas teorías que hacen referencia y avalan que las Islas Canarias son los puntos más altos de este carismático continente.

Para los que sean más escépticos al respecto de la existencia o no de la misteriosa Isla, mencionarle enigmas como el de las frutas y ramas náufragas. Y es que con frecuencia, y en especial después de las tempestades del Nor-Oeste, en las playas de La Gomera y El Hierro en más de una ocasión se encuentran encalladas unas ciertas frutas, ramas y hasta árboles casi enteros desconocidos, sin semejanza con los del Archipiélago. Su remota e ignorada procedencia es situada por algunos en esta isla.

La isla de San Borondón sigue siendo una presencia constante en la imaginación popular de las islas, en los sueños antaño de aquellos que ansiaban gloria y fortuna, es un patrimonio de la utopía y seguramente no hay isleño de Tenerife, La Palma, La Gomera o El Hierro que no haya oteado alguna vez desde las cumbres de su propia isla, buscando la isla perdida de San Borondón en el horizonte del oeste, donde el sol se hunde en el azul cobalto del Atlántico.

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